Ya lo sabemos. Es incómodo, complejo, difícil. Hablar con nuestros hijos e hijas de sexo, del sexting, pornografía, prostitución, drogadicción, prostitución infantil, acoso sexual y bullying, por mencionar algunos, es algo que tendemos a evitar y posponer.
Pero entre adultos, y ahora con acceso a un océano abierto de fuentes de información en redes sociales e Internet en general, simplemente los temas nos llegan sin pedirlo. Porque simplemente están ahí, a la mano, en el día a día, en la noticia, en el reporte, el acontecimiento o en el chisme del familiar o amigo cercano.
Es cierto, tocamos estos temas. Pero solo superficialmente, y la mayoría de las veces de forma superficial y casi nunca nos vemos reflejados en ellos.
Pensamos que son temas de otros. O para otros. O problemas que tienen los demás, pero nunca nosotros. Nuestros hijos son diferentes. Sus amigos también. “No nos va a pasar a nosotros”, nos decimos en nuestra mente.
Los padres que tenemos hijos pre adolescentes o adolescentes muchas veces preferimos no saber, no preguntar, no ver. Y le dejamos este asunto al colegio. La prueba de que nada pasa somos nosotros mismos, ya que si nosotros sobrevivimos para ser adultos y personas más o menos normales, nuestros hijos también lo harán.
Este es un grave error. Ningún tiempo pasado es similar al actual, y lo que nosotros vivimos de niños no nos ha preparado para el mundo que hoy viven nuestros hijos. Estamos en desventaja total.
La serie Euphoria refleja todo lo que tememos como padres. Y es precisamente la razón por la cuál es importante considerarla en nuestra lista de series de televisión por ver. Al menos, como ejercicio para revisar si estamos preparados “en caso de”.
La serie es muy dura. Es muy cruda. Es explícita en temas sexuales. Puede ser difícil de ver. Recomiendo que al menos uno, ya sean el padre o la madre la vean. No es por entretenimiento, sino un ejercicio de actualización en la información sobre la sociedad en la que viven nuestros hijos. No la vean con sus hijos, ya que es una serie para adultos.
Debemos de entender que no es un tema familar, sino un tema social. Y que nuestra sociedad no se limita a nuestra colonia, ciudad o comunidad, sino que ya somos parte de una sociedad global: las locuras que hace un adolescente en Corea le llegan a nuestros hijos en menos de 48 horas, directo y a todo color. En Livestreaming o Facetime.
¿Dejar a nuestros hijos ir a dormir a otra casa, las famosas Pijamadas? Hay padres de familia que no tienen una respuesta clara, cuando si la deben tener.
¿Flexibilizar las reglas de la casa porque “ya son grandes”? Por supuesto que no. Las reglas son las reglas, y existen para salvaguardar la seguridad y la vida.
¿Dejar que beban y se emborachen para que sepan lo que es? Ya no estan sencillo. Hoy drogan a los chicos mientras beben, y terminan haciendo cosas que nunca imaginaron, o que no recuerdan.
¿Restringir el celular? O mejor aún, ¿No ofrecerles un smartphone a tan temprana edad? Tampoco queda claro. Y repito, eso debe estar tan claro como el agua, de acuerdo a nuestras reglas, nuestros valores y sobre todo conscientes de lo que queremos para la educación y salud de nuestros hijos.
Nadie está preparado para los tiempos de hoy. Porque no se trata de encerrarlos en casa para protegerlos, ni tampoco de dejarlos libres y que tomen sus propias decisiones, cuando es evidente que hay gente sin moral y criminales que van dos pasos adelante de nosotros y que ya tienen planes para nuestros hijos.
Estas son las claves que recomendamos:
1. Las reglas siguen siendo las reglas. En horarios establecidos, en amistades conocidas y verificadas, en lugares y sitios seguros, en no permitir alcohol ni drogas.
Si nunca estableciste reglas, no esperes más pon las reglas en casa. Por salud, por seguridad, por sentido común, por economía, por el bienestar. Por la razón que tu quieras y que te sirva como apoyo, debes acordar reglas con tus hijos y ponerlas en prácticas.
2. La salud, la seguridad y la vida ante todo. No hay adrenalina, ni sentido de libertad y libre albedrío que valga el poner el riesgo la seguridad, la salud o la vida propia ni la de los demás. Aquí la clave es control y responsabilidad. Si tus hijos no pueden ser responsables de tareas, exámenes, sacar a pasear al perro, asear su habitación… no está listo para ser responsable en un ambiente hostil rodeado de alcohol y drogas.
3. Salud sexual, no es una broma. En cuanto al sexo se refiere, casi siempre nos quedamos superficialmente con la idea de los cambios hormonales, de la pérdida de la virginidad y de las experiencias que todo adolescente debe tener. Tal vez porque es lo que nos tocó vivir. Pero hoy es diferente: sexting o sexteo, posar desnudos y enviar videos íntimos al novio o a la novia, a los amigos, enviarse el “pack“; participar en una orgía desenfrenada corriendo un gran riesgo de contraer cualquier enfermedad de transmisión sexual, ya que nadie cree a esa edad que puede estar infectado.
Los temas de sexo conviene hablarlos abiertamente con nuestros hijos, como si los habláramos con un amigo. No tiene caso evadirlos o matizarlos, ellos saben todo o más que nosotros.
4. Alcohol y drogas. Hoy hay tantas variedades de estupefacientes en tantos formatos que es imposible que los padres los conozcan todos. Las drogas sintéticas han evolucionado tanto que desconocemos su grado de toxicidad, de poder adictivo y sobre todo de efectos secundarios. No sabemos el daño que provocan. No hay experiencia suficiente para saber si una droga nos puede matar. Por lo tanto, debemos poner las cosas como son: es jugar a la ruleta rusa.
5. El celular. Tenemos que admitir que nosotros mismos hemos caído en la trampa, y que muchos de nuestros hijos crecieron viéndonos con nuestros ojos clavados todo el día en un aparatejo que sostenemos entre las manos. No esperemos que ellos hagan otra cosa diferente.
Bien, lo que podemos hacer es hablar abiertamente de lo que van a encontrar ahí, lo bueno y lo malo. Y advertir las consecuencias de un sobre uso del celular. Del sexting y de los riesgos de compartir nuestra intimidad con desconocidos. Hay que reflexionarlo primero y hablarlo con ellos después.
Y sobre todo, no posponer más. Tal vez llegue a ser demasiado tarde.